Por donde se la analice, la capital vive surcada por atascos de toda clase. No hay punto cardinal que se salve de un embotellamiento en las horas pico, consecuencia de un crecimiento desmesurado y, claro está, no planificado de la ciudad. De allí la importancia de iniciativas como la instrumentada ayer por el municipio, porque uno de esos tantos nudos vehiculares se produce en el sector este, justo donde confluyen las avenidas Benjamín Aráoz y Papa Francisco. Allí se puso en marcha un plan de remodelación.
Explica la Municipalidad: “comprende la repavimentación total de la intersección con hormigón; modificación de las platabandas y dársenas; creación de badenes; incorporación de nueva iluminación; colocación de señales lumínicas y señalética informativa; y pintura vial, entre otras tareas. Uno de los objetivos de estas obras es contar con tres carriles de circulación en cada trocha de ambas avenidas, para generar una circulación fluida”. Apunta Luis Lobo Chaklian, secretario de Obras Públicas, que en promedio y por hora circulan por ese cruce 2.400 autos/motos. Cualquier conductor que haya quedado apresado en ese complejo semaforizado puede dar fe de lo intenso y caótico que llega a ser el tráfico en la zona.
El problema fue la generación de un embudo -uno de los tantos que padece San Miguel de Tucumán-, en este caso por la articulación de un eje de circulación este-sur. La avenida Papa Francisco es amplia y veloz, mucho más práctica que la Brígido Terán si se trata de empalmar con la Benjamín Aráoz. Pero a medida que avanza el tramo que da a la espalda de la terminal de ómnibus se torna más angosta, hasta quedar extremadamente delgada en el cruce. Agregando una trocha se aliviará esa asfixia y lo lógico es que el movimiento vuelva a fluir con naturalidad. Los trabajos deberían estar listos antes de fin de año, siempre y cuando el clima acompañe.
Mucho más compleja es la solución para otro de los accesos que conectan la capital con la zona sur; el de la calle/avenida Jujuy. Mucho se habló en esta sección acerca de los numerosos inconvenientes que se generan allí; algunos tan graves como las inundaciones y la inseguridad; otros inherentes a cuestiones viales. La Jujuy, que llega a ser tierra de nadie en algunos de sus tramos, no cuenta con un entronque natural con la avenida Kirchner, lo que obliga a tomar desvíos de dudosa efectividad, sobre todo por el (mal) estado de las calles o lo intrincado de las maniobras para quienes no conocen la zona. Que no son pocos, ya que se trata -insólitamente- de uno de los accesos más importantes a la capital por su conexión directa con la ruta 157. Aquí la Municipalidad necesita intervenir con una solución de fondo, que no asoma sencilla.
Lo que décadas atrás eran cruces de calles o de avenidas sin mayor relevancia mutaron, con el paso del tiempo, en puntos neurálgicos, recorridos por decenas de miles de tucumanos enojadísimos por las demoras que padecen. El ciudadano que refunfuña por culpa de una congestión vehicular necesita respuestas. Algunas -como la apuntada en Papa Francisco y Benjamín Aráoz- están en marcha. Otras siguen en lista de espera.